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El artista mexicano que está cambiando la forma de hacer joyería contemporánea

Entender el arte del mexicano Jorge Manilla no es fácil. Sus piezas pueden ser violentas a la vista, oscuras, de líneas duras, como si llevaran bajo tierra 500 años. Llegar a este estilo en la joyería contemporánea implicó para el artista una larga navegación en torno al pasado con el que trataba de romper, una carrera frustrada en Medicina y la aspiración por emular el estilo europeo.

Así, este creador, hijo de orfebres y grabadores de Ciudad de México, tuvo que llegar hasta Bélgica para darse sentido y, con ello, a su arte. Desde 2010, imparte talleres en todo el mundo y su trabajo se expone en los cinco continentes, convirtiéndose en uno de los artistas más reconocidos en la joyería contemporánea, a la que llegó por "una mala casualidad" que evitó por todos los medios, como una forma de ruptura con su padre.

"Debo decir que mi acercamiento a la joyería fue mala casualidad, porque yo quería negar todo lo que tuviera que ver con la joyería por una relación con mi padre", dice Manilla con una franqueza que rebota en la profunda oscuridad de su mirada.

En esta huida del padre, Jorge intentó estudiar Medicina. Era 1997, pero seis meses lo convencieron de que el camino no era el adecuado, entonces vino el breve cortejo con la pintura y el dibujo en la Academia de San Carlos, fundada en 1781 y dependiente de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Fue precisamente el tomar una ruta equivocada dentro de la Academia lo que le reveló la alquimia que le cambiaría la vida definitivamente: "Iba caminando por los pasillos y me metí, por error, al taller de joyería, en ese momento alguien estaba fundiendo metal y para mí fue algo muy alquimista, no te puedo decir bien qué pasó en ese momento". Entonces vino el reconocimiento de lo que nunca lo abandonó: los metales, sus sonidos y sensaciones.

Jorge recibió en México una formación altamente técnica en la Academia de Artesanía y Diseño del Instituto Mexicano de Bellas Artes, es doctor por la Real Academia de Bellas Artes de Amberes y se desempeña como coordinador del área de Joyería de Arte y Metal en la Academia Nacional de las Artes de Oslo, a la cual llegó, de nuevo, tras una lucha con su origen y, con ello, un entendimiento de él mismo, de que lo suyo no eran las piezas muy llevables, sino aquellas que tuvieran cierta entropía, pero también algo de premonición con y hacia el cuerpo.

"Mi mayor frustración es que cuando llegué a Europa sentí muy fuerte el complejo de inferioridad, de cómo iba a alcanzar su nivel, quería aprender a trabajar como ellos, ser minimalista, cosa que no me funcionó, porque no soy así, no es mi carácter, no es lo que expreso, creo que ha sido mi mayor frustración, pero también lo que me ha abierto todas las puertas."

La joyería de Manilla provoca: o logra su magia o se le da la espalda al cuento que son, a la reflexión sobre la vida, a la especie de amuleto oscuro que plantea luz en su propia negrura.

De la confrontación de la naturaleza al alma

La joyería de este artista, quien el año pasado tuvo ocho exposiciones individuales en países distintos, busca exacerbar el tacto a través de materiales naturales, como madera, algas, cuero, algodón: "En mi trabajo la tactilidad es muy importante, las yuxtaposiciones, cómo una primera capa que, incluso es de repulsión, se cae cuando la gente toca o se pone la pieza, es casi como una máscara para el cuerpo; a menudo sucede que recuerdan un pasaje de su vida o les toca en algún sentido", cuenta.

Narra entonces la anécdota de una clienta que devolvió una de sus piezas.  "Me dijo 'yo no me había dado cuenta que la pieza me recuerda a los pulmones de mi marido que se murió de pulmón de cáncer, no puedo llevarla, porque estaría llevando a mi marido muerto'".

Para Manilla, su arte parte de una pregunta básica, ¿cómo se ve el cuerpo por dentro cuando hay dolor, amor, pasión, angustia? A partir de ello, todo son fragmentos: "para crear un cuerpo que después se tiene que destruir para generar otro; nosotros a veces creamos ideas que nos destruyen, siempre trabajo con esos temas".

La joyería de este asiduo lector de George Bataille y Albert Camus es, básicamente, de "descomposición de la realidad" y de cómo el ser humano se adentra a ella, como si se tratara de "un alquimista de la materia y el alma", como algunas personas lo llaman.

La pieza central que exhibió en Zona Maco, la feria de arte contemporáneo más importante de Latinoamérica y que se celebró hace unos días en Ciudad de México, pertenece a la serie 'Oscuros sacrificios', a partir del dilema qué es un sacrificio y qué tan oscuro puede ser.

El panorama mexicano

La joyería contemporánea no es un arte accesible por sus precios y, en México, porque no hay formación en torno a ella ni se le ve, aún, como una disciplina artística que puede abordar temas políticos, sociales, culturales, de género, algo que en Europa está sobre la mesa desde la década de los cincuenta.

"Me parece que es un momento interesante para hablar del término, porque casi siempre la joyería se ha visto como un objeto de estatus y no como una necesidad, pero en el pasado, la joyería era una necesidad, era ritual, se hacían joyas porque se ofrendaban, tenían el valor de quién la trabajaba y cómo la trabajaba", explica Manilla.

Pero México no solo está desfasado con Europa, también con países de su misma región como Chile y Argentina, destaca Holinka Escudero, curadora de la galería Trece Sin 3 e 'influencer' en la joyería contemporánea. "México no se termina de atrever y tampoco hay una escuela como tal, con técnica", apunta.

Los precios de este tipo de joyería son comparables a los de una pieza de arte contemporáneo, que también van al alza cuando las joyas son adquiridas por coleccionistas o museos. Sin embargo, pueden arrancar desde los 176 euros y alcanzar precios que rebasan los 5 mil.

"La diferencia entre la joyería tradicional y la contemporánea es que la tradicional necesita escribir su historia a partir de que la pieza está hecha, mientras que la contemporánea la trae escrita; nosotros la creamos la historia", dice Manilla, aunque en México el relato parece ir escribiéndose lentamente.

"En México habría que replantear el concepto de joyería contemporánea, aunque quiero pensar que va a haber un futuro, aunque a veces siento que va lento", manifiesta Holinka en un tono cercano al desánimo.


Con información Agencia RT

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